Capítulo 16: Conflicto
Comienza la parte 2. Vuelven Leila, Camila, Vicente, Tristán y la sombra.
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Capítulo 16: Conflicto
Camila se sentó en el mismo sillón que la otra vez. Lo hizo con cuidado, al menos con todo el cuidado que le permitían los saltos que daba para moverse en el plano de los sueños. La había visto a Leila desplazarse y no había comparación: sus movimientos eran fluidos y casi que parecía caminar de un lado al otro.
—¿Cuánto va a tardar en abrirse? —dijo Camila con el destello amarillo entre las manos.
—No lo sé querida. Confianza llegó directamente así.
Confianza movió su cola verde de un lado al otro, sus ojos pequeños clavados en las palmas de Camila.
—¿No se lo va a intentar comer, no?
—La doble negativa me hace daño. No, no come.
Leila dio dos palmadas en el sillón. La perra se subió y giró un par de veces sobre sí misma antes de acostarse.
—¿Y de qué vive?
—No sé si cuenta como viva. —Leila levantó los hombros.
Camila se removió en el asiento. Miró el símbolo detrás suyo y la habitación alrededor. Todo estaba igual a la otra vez, solo algunos libros parecían apenas movidos de lugar y una tetera vacía descansaba en la mesa ratona.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, es que, no sé…
—Dime niña, vamos.
Leila estiró su brazo en el respaldo del sillón, levantó las rodillas cruzándolas debajo suyo y se inclinó un poco hacia adelante.
—¿Qué pasa? —insistió Leila.
—¿Y ahora?
—¿Ahora qué?
Camila miró hacia abajo, fijó sus ojos en la luz amarilla, pudo ver los surcos de sus manos iluminados por debajo.
—¿Cómo hago para hablarlo con los demás?
—¿Hablarlo? —Leila le apoyó una mano en el hombro— ¿Por qué tendrías que hablarlo?
Camila mantuvo la mirada baja. Tomó aire, amagó a hablar pero se mantuvo en silencio.
—Querida, —Leila tomó su mentón con una mano levantando su mirada para enfocar sus ojos verdes— este mundo es nuestro, no hay por qué compartirlo.
Camila se empezó a perder en la confianza de sus pupilas, pero giró la cabeza hacia un costado.
—Ya hay suficientes cosas que no comparto.
Leila se echó hacia atrás y se mordió el labio inferior.
—Además, no le puedo guardar un secreto a mi hermano. —agregó Camila— Se que le encantaría estar acá.
***
—Corré, boludo, corré. —gritó Vicente.
—¿Cómo voy a correr? No me funcionan las piernas. —respondió Tristán.
Flotando sobre el estadio, las ratas violetas avanzaban hacia ellos. A cada metro que ganaban las escuchaban chirriar más fuerte, como el freno de un tren en velocidad.
La figura levantó la mano y les mostró una palma, que brilló dándole color a su contorno oscuro.
—¡Cuidado! —dijo Tristeza, pero fue demasiado tarde.
Una ondavioleta salió de su mano. Vieron un círculo formarse en el aire. Cruzó el espacio a toda velocidad y los cubrió por completo. Los dos quedaron rodeados por hebras de color que se movían apenas.
—Corré —gritó otra vez Vicente.
Tristán cerró los ojos. Visualizó su cuarto, su cama, su cuerpo debajo de la frazada. Sintió una respiración tibia. Los abrió. La cara ensombrecida por la capucha estaba enfrente suyo. Sintió un aullido desgarrador en su cabeza. Gritó.
—Tristán, carajo, movete.
Intentó saltar hacia Tristán. Entonces ocurrió. Un miedo profundo, fermentado, cubrió a Vicente. Lo sintió retumbar en su cabeza, un campanario de base grave acompañado por notas agudas y discordantes. Cerró y abrió los ojos solo para encontrarse en el mismo lugar y ver cómo Ira y Tristeza estaban siendo rodeadas por las ratas.
—¿Por qué? —Vicente escuchó la voz de Tristán entre lágrimas.
Ira bajó la cabeza y con una sacudida de sus cuernos mandó a varias ratas a volar. Un par se abalanzaron sobre Tristeza, hincándole los dientes.
Vicente notó cómo la impotencia crecía dentro suyo. Primero la emoción tomó su estómago, revolviéndolo. Trepó después por su pecho. Se acumuló en los pulmones. Sintió un cosquilleo subir desde los pies hasta los puños. Cerró los ojos y solo sintió ira. Los abrió, gritó y giró en un torbellino rojo que deshizo el miedo.
—A ver, malparido.
Todavía girando, Vicente saltó al espacio entre la figura y Tristán. Sacó un gancho desde la cintura que dejó una estela de enojo y entró directo al mentón de la sombra tirándola atrás
—A tu casa, hijo de puta.
Tristán lo vió de espaldas. Vicente jadeaba y un aura roja rodeaba su cuerpo entero. Quiso reaccionar, pero su cuerpo todavía no respondía. Vicente lo envolvió con un brazo, sintió un calor abrasador y notó cómo el enojo lo invadía. Por un segundo no vió nada.
Al recuperar la visión, estaban tirados en un parque boca arriba, mirando la noche oscura.
—¿Qué carajo? —dijo Vicente, giró la cabeza y lo miró.
Tristán sospechó una sonrisa en la cara esforzada de su salvador.
Hola,
¿Cómo estás? Espero que bien.
Esta semana estuvo movida para bien. El lunes grabamos el podcast, el martes terminé con casi 3 años de dentista y ortodoncia, el jueves me puse al día con la facultad y arranqué con una amiga un nuevo proyecto de newsletter (ya vendrán novedades), el sábado arrancamos y grabamos una nueva serie para el podcast y jugamos D&D hasta las 3 A.M., hoy sale este episodio y empecé a correr de nuevo. A todas luces una semana de éxito.
Ojalá tu semana haya sido igual de buena y llena de proyectos que te alegren. Ya sabés, si alguna vez necesitás algo podés avisarme. No te robo más tiempo.
Voy a estar mañana lunes a las 20:00 por Twitch hablando de biología, ciencias y filosofía. Además, el podcast está en YouTube, Spotify e Instagram.
Para ayudarme podés mandarme un cafecito, reenviar este mail a quien le interese o responderme con algo de feedback acá o por Twitter. Todo ayuda.
Hasta la semana que viene,
Abrazo,
Fidel