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Capítulo 17: Charla
—¿Qué fue eso?
—¿Viste el golpe que le metí?
Tristán todavía jadeaba y Vicente no paraba de repetir el movimiento en el aire.
—Lo va a tener que pensar un par de veces antes de jodernos de vuelta.
Una sonrisa recorría su cara.
—No le dejé tiempo ni para pensar, no sé si duelen los golpes acá pero… ¿Tristán? ¿Tristán, estás bien?
—No, no sé.
—¿Qué pasa?
—Me siento raro. Quiero volver a casa.
—¿A casa? Pero si queda muchísima noche. ¿No vamos a ir a averiguar quién es?
—¿Vamos? No sé ni si quiero volver a encontrármelo.
—Pero dale, Tristán. No podemos dejar que un loquito así ande por donde se le canta.
—¿Y qué vas a hacer?
Tristán se tomó las rodillas entre las manos, apoyó la frente y rodeó su nuca entre las palmas. Vicente lo miró rápido antes de desviar los ojos. Hizo un paneo alrededor, era el parque donde solía pasear a Otto. Los árboles parecían más grandes y habían renovado todas las baldosas. Cuando había dado el salto, los trasladó hasta ahí sin pensar. Tristán seguía hecho un bollo en el piso. Vicente apretó los puños.
—Tristán, dale, va a estar todo bien.
—¿Por qué decís eso? No tenés idea de qué va a pasar.
—Tristán, dale, arriba.
—¿Qué vamos a hacer? ¿Y si vuelve? No puedo, no puedo.
—Tristán, cortala, dejá el acting.
—No es ningún… ¿No ves que estoy mal?
—Sí, sí, bu, bu. Pero no lográs nada así. Dale, vamos, arriba.
Vicente desarmó el puño y le tendió una mano. Tristán asomó los ojos llenos de lágrimas entre las rodillas, hizo que no con la cabeza y se escondió aún más entre las piernas.
—Dale flaco, no tenemos toda la noche. A levantarse.
Vicente lo tomó del hombro y tiró para arriba. Al tacto, la emoción lo invadió. Escuchó el sonido de un cerrojo. Una, dos trabas. Los golpes contra la puerta. El llanto enfurecido. Las patadas quebrando la madera. Gritos sobre gritos sobre gritos. El enojo tragado, masticado, escondido. Una vez de pie, soltó a Tristán y dió un salto hacia atrás.
—Mierda flaco, si pusieras todo ese odio en reventar al chabón de hace un rato ya estaríamos cada uno en casa.
—Perdón, no lo controlo.
—No tenés que pedirme perdón a mí. Podés compensarme ahora ayudándome a pensar. ¿Cómo volteamos a este raro?
—No sé Vicente, no sé si quiero.
Tristán empezó a encorvarse de nuevo. Entrecruzó las manos y empezó a retorcerse los dedos.
—Pera, pera, pera. No te me pongas así.
—¿Y si vuelve? Quedamos los dos paralizados. No puedo estar así otra vez.
—¡Sí! ¡Ya sé! El coso ese que le hiciste a Ira. Tus manos congeladas o algo así. Con eso y mi fuerza vamos a estar. Cuando lo encontremos le vamos a poner los patitos en fila.
—No sé, Vicen. Lo voy a pensar. Ahora necesito descansar.
—¡Pero si ya estás dormido! No hay mucho más descanso que esto. Tiene que funcionar.
—¡Esperá!
La voz de Tristán quebró la tranquilidad de la noche, al menos de su lado de la noche. Vicente se frenó en seco.
—Tengo miedo.
—¿De qué tenés miedo?
—De no poder hacer nada.
—Vicente…
—Ahora no, Ira. ¿Dónde estabas?
—Vicente, creo que deberías ver esto.
—¿Qué?
Miró detrás de Tristán, asomándose entre sus piernas. Semi oculto, con el pelo hinchado y el lomo arqueado, Tristeza los miraba con ojos centelleantes.
—¿Tristeza?
El violeta ya había tomado la mayor parte de su pelaje.
Hola,
¿Cómo estás? Espero que muy bien. Perdón que la semana pasada te fallé. Tuve un fin de semana demasiado cargado. Llegué el domingo a la noche a mi casa sin nada escrito y con la sensación de que se me salían los ojos de las orbitas. No pude escribirte.
Hoy toca capítulo corto. Estuve retocando algunos detalles de mi prosa también gracias a lo que veo en taller. Espero que te guste, no se si se notará el cambio.
Las semanas que pasaron no fueron tan buenas como la anterior a la última entrega, pero desde este viernes volví a salir a la superficie. Tengo cierta tendencia a hundirme, pero creo que cada vez nado mejor.
Voy a estar mañana lunes a las 20:00 por Twitch hablando de biología, ciencias y filosofía. Además, el podcast está en YouTube, Spotify e Instagram.
Para ayudarme podés mandarme un cafecito, reenviar este mail a quien le interese o responderme con algo de feedback acá o por Twitter. Todo ayuda.
Hasta la semana que viene,
Abrazo,
Fidel
Gracias a Carmen Chaves por la corrección del texto.