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Capítulo 19: Tacto
—Tristeza.
El gato se movía en contorsiones violentas sobre el piso. Se acercó y quiso tomarlo entre sus brazos, solo para soltarlo de inmediato.
—¿Qué pasa? ¿Qué te agarró? —preguntó.
Tristán dió un par de pasos hacia atrás, los músculos tensos y los ojos bien abiertos. Él y su animal parecían tomados por la nueva emoción.
—¿Por qué me hacés acordar?
—No… no puedo, perdón. —logró decir Tristeza.
Vicente mantenía cierta distancia, oscilando quieto en el lugar, inseguro de si debía avanzar.
—¿Tristán? ¿Se sienten bien?
Silencio. Tristán volvió a agacharse, acercándose a Tristeza. El color azul estaba dando lugar a un violeta profundo. Dentro del cuerpo fantasmagórico del gato, imágenes parecían chocar en la frontera entre ambos pigmentos. Imágenes de puertas cerrándose, cerrojos trabados y una figura sombría que crecía en tamaño.
—Me estás preocupando che, ¿qué pasa?
Vicente vió cómo un halo violeta voló desde su aliento hasta Tristeza, pasando por encima del hombro de Tristán. Giró la cabeza y descubrió su perfil que dejaba ver una dureza que no había percibido antes.
—No rompás las pelotas.
Vicente frenó en seco. La voz de Tristán sonaba en eco, duplicada; mezcla de lastimosa y asustada.
—¿Qué?
—Ah, no. Rompele la cara. —la voz de su emoción le apareció como un destello en la cabeza.
—Ira, no es el momento. Tristán, ¿qué te pasa?
Sintió los ojos del chico clavados en los suyos, notó cómo inspeccionaba su cuerpo entero, sus pupilas brillaban, vigilando cada centímetro disponible. Ira se acercó, dejándose ver a su lado.
—Te venía siguiendo a vos el tipo ese. ¿No?
—¿De qué estás hablando? ¿Piraste?
—En el estadio. Llegó cuando viniste vos. ¿Por qué me viniste a buscar?
—No, flaco. Te ví brillar en medio del Monumental. ¿Te pensás que yo fui el único en verte?
—¿Para qué viniste? Mirá lo que pasó.
Vicente dió un salto atrás. Es tu culpa, pensó. Otra vez, es tu culpa. Cada vez que alguien sale lastimado, es tu culpa. Sintió el fulgor de Ira brillar en su estómago. Empezó a crecer por sus pulmones y se acumuló hinchándole el pecho. Avanzó apenas, ganando confianza.
—Alejate.
Tristeza emitió un quejido agudo. Su color seguía mutando.
—Tristán.
Su voz salió temblorosa, casi un gruñido. La rabia le hacía temblar los labios, sentía los dientes apretados unos contra otros. Tristán dió media vuelta hacia su dirección. Tenía una rodilla en el piso, las manos también apoyadas y la mirada sombría. Detrás, Tristeza mantenía ambos colores en un remolino creciente, con manchas de uno y otro entremezcladas.
—Vicente, mantené la distancia.
Otra vez lo mismo. Mantené la distancia, quedate lejos, quedate callado. Cerró aún más la mandíbula, apretó los puños y tensó las rodillas. Aunque no podía verla, sabía que Ira sonreía detrás suyo. Avanzó un poco más, quedando casi enfrentado a Tristán.
—¿Qué vas a hacer? ¿Me vas a voltear igual que al otro? ¿Lo vas a festejar también?
Vicente se quedó quieto y, aunque estaba dormido, sentía cada músculo de su cuerpo. Sentía el envión que le daba el enojo, la inercia que debía vencer. No se imaginaba cómo estaba su verdadero yo en la cama. Apretó los ojos y se mordió la lengua, entonces, se agachó a la altura de Tristán.
—No me toqués.
—No te voy a hacer nada, pa.
Estiró un brazo y le quiso tomar una mano.
Casi.
Tristeza saltó a la espalda y luego al hombro de Tristán. Con cada contacto tiñó la silueta agazapada con sus colores. Apenas logró ver las manos levantarse hacia él. Un estallido de luz violeta lo envió volando hacia atrás. Cuando quiso reaccionar, un frío azul lo envolvía por completo. Flotando en el aire y de cabeza, logró ver por un segundo la cara de Tristán acercándose. El gato estaba acurrucado sobre su hombro y lo miraba con ojos de cazador.
—Te dije que no me toqués.
Antes de que pudiese responder, Tristán ya no estaba ahí.
Tuvo que esperar durante varios minutos, flotando como un globo, hasta que el efecto se deshizo. Finalmente, volvió a sentir sus extremidades y el calor de la ira que se había tragado emergió otra vez. Dió una vuelta por el parque y se elevó en el aire, pero no había ni rastros de Tristán y su gato.
—Yo te dije que no había que confiar en nadie.
—Ira, en serio, no es el momento.
—Está bien.
Vicente esperaba una respuesta, algún tipo de insistencia, pero nunca llegó. Dentro suyo, sintió cómo el enojo se estabilizaba. Sorprendido, giró y la pudo ver. Ira había recuperado algo parecido a una forma sana. Sus dientes seguían siendo discordantes y la cornamenta retorcida acompañaba las pezuñas maltrechas, pero la piel ya no mostraba los signos de corrupción de antes. Un pelaje rojo intenso surcaba su cuerpo entero donde antes podía ver carne podrida y deshecha.
Se acercó a Ira y le puso una mano sobre el cuello. El calor lo invadió primero de golpe, luego en pulsos lentos, como un mar bravo, como sus vacaciones en la costa helada y violenta. A través del enojo que le transmitía, recordó la escena de recién una y otra vez, sintiendo cómo la ira se esparcía por él.
—Qué idiota. Tendría que haberme dado cuenta.
—Puede ser. Le confiaste demasiado a un desconocido.
Sonrió. El enojo seguía ahí, vibrando en su mente, pero cada vez que invadía su cabeza parecía perder poco a poco el dominio sobre su cuerpo.
—¿Quién te manda a preocuparte por un tipo así, además? No podía ni pararse.
Recuperó la imagen de Tristeza en el piso, contorsionándose por el violeta corriendo a través suyo. Revivió el momento en que la rata la había mordido, la figura encapuchada que las dirigía. El enojo, su enojo, volvió a incrementar. No, empezó a condensarse. Sintió cómo construía una especie de aguja. Una brújula.
—No, nadie me manda. Pero ya es hora de poner nuestra ira a trabajar.
Abrió los ojos y, sudado, se encontró despierto en su cama.
Hola,
No voy a mentirte, estoy muy contento con este capítulo. Mejoró mucho gracias a las correcciones de Carmen, mi hermana, que es una excelente correctora. Espero que a vos te guste tanto como a mí.
Por otro lado, veo que hace rato no aumenta la cantidad de gente suscripta, así que si vas a difundir una cosita este fin de semana, considerá este newsletter; sería muy importante para mí.
Esta semana terminé tres libros que tenía a medio leer y me ayudó muchísimo para acomodarme la cabeza. Sentía que tenía vidas paralelas.
Ya habiendo cumplido con el newsletter me voy a ver la nueva temporada de Love, death and robots que promete.
Voy a estar mañana lunes a las 20:00 por Twitch hablando de biología, ciencias y filosofía. Además, el podcast está en YouTube, Spotify e Instagram.
Si querés ayudarme podés invitarme un cafecito, reenviar este mail a tus contactos o responderme con algo de feedback acá o por Twitter. Todo ayuda.
Hasta la semana que viene,
Abrazo,
Fidel