Capítulo 23: Conversaciones
En este capítulo, los hermanos Vicente y Camila comparten un silencio mientras cenan, pero luego ambos necesitan la ayuda del otro; mientras tanto, Tristán le miente a su madre.
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Vicente revolvía con el tenedor un amasijo de fideos pegados en su plato. La luz indirecta de un par de veladores alumbraban el living-cocina-comedor. Camila miraba su porción como si fuese a caer de lleno sobre la montaña de tallarines cubiertos de salsa.
—No son gran cosa. —Vicente arrimó una disculpa.
—Está perfecto.
Camila sonrió y le buscó los ojos pero la escaparon. Siguieron comiendo, o haciendo que comían, en silencio, los dos demasiado hundidos en sus pensamientos.
El departamento reposaba en silencio. Nada de música, electrodomésticos ni ajetreo. Nada de gritos. Solo el compartir de dos hermanos en silencio.
Desde la mudanza se habían movido en un sigilo compartido, tácito. Vicente cocinaba y evitaba siempre que podía usar el extractor. Camila pasaba la aspiradora cuando su hermano salía. Ambos ponían música en sus auriculares a excepción de los días de limpieza donde los temas de Gloria Gaynor, Marco Antonio Solís y ABBA inundaban la casa y en su rebalsar se llevaban toda la mugre.
Pero hoy no era día de limpieza, hoy era lunes, hoy tocaba silencio. Normalmente se habrían preguntado qué tal el trabajo, Vicente escucharía a Camila contar sobre sus clases en la facultad, pensaría que quizás todavía estaba a tiempo, pero enseguida dejaría ir el pensamiento escapando a la punzada de dolor. Ella llevaría la mayor parte de la conversación, con algún nuevo tema que estaba estudiando, la última persona que se le acercó a conversar en la calle o cómo seguir sus instintos la había llevado a encontrar un libro nuevo entre los anaqueles de usados.
Camila imaginaba que muchos se incomodaban con el silencio de Vicente pero ella no, ella sabía cuando su hermano la escuchaba y comprendía que algunas personas se sienten mejor en la silla de entrevistador. Podía imaginarlo de hecho, metido en un traje a medida, sentado en un sillón de panelista, su cuerpo demasiado grande por el gimnasio, los ojos de fuego lento desarmando la estupidez de la farándula.
Vicente sabía que Camila prefería hablar. Sabía también que si él decía algo le intentaría sacar toda la información que pudiese con un sacacorchos. Al principio le era irritante el comportamiento antropológico de su hermana, eso fue hasta que se lo dijo, luego no le molestó más, especialmente después de ver sus reacción. Quizás se le había ido la mano. Quizás un poco. Todavía se reía cuando las palabras y su cara se le venían a la cabeza: “Serías una excelente torturadora”.
—Necesito tu ayuda. —dijeron ambos al unísono.
—Está todo bien mamá, enserio.
—No te escucho bien, chiqui.
—De verdad te digo, no pasa nada.
—¿Vas a venir a almorzar el domingo?
—No sé.
—¿Cómo qué no sé? Le vas a partir el corazón a tu papá.
—No sé mamá, no sé si puedo.
—¿Qué vas a hacer el domingo? Dale, no trabajás.
—Tengo que estudiar. —mintió Tristán.
Miró los apuntes apilados a un lado de la puerta. La pila que alguna vez había estado ordenada ahora era un desparrame de fotocopias y resúmenes revueltos. Un par de zapatillas y unas pesas de mano abandonadas funcionaban como pisapapeles. Hacía meses que no iba a la facultad, todavía no tenía el coraje de decirles.
—Te traés las cosas tempranito, te hago unos mates y estudiás en la mesa grande.
—No sé ma, veo.
—Tristán…
—Después te llamo que ahora tengo una reunión con un cliente. Tengo que hacerle unas propuestas nuevas.
—Bueno chiqui pero no me olvido, ¿eh?
—Ya sé.
—Un beso.
—Beso.
Colgó y lanzó el celular sobre la cama que rebotó y cayó al piso. Antes de levantarlo sabía que le esperaba por el ruido. La pantalla entera estaba quebrada en diagonal, astillada casi por completo. Se quedó quieto en medio de la habitación, primero parado y luego se sentó en el piso. Apagó la pantalla y se vió en el reflejo. Lloraba. Detrás, Tristeza se acurrucaba en su hombro, de nuevo azul.
Hola,
Perdimos la sana regularidad. Esta vez creo que justificado: tuve dengue. Eso solo excusa una semana, pero digamos que seguía recuperandome. Como siempre gracias a Carmen por la edición, sin ella estos textos serían mucho peores.
Este lunes sale una nueva entrega de mi otro proyecto que tengo junto a Ana Sevilla, A Quien Corresponda. Todavía no tiene título, pero confío que el lunes tendrán una carta nueva de nuestras confidencias epistolares.
Además cambié el día de mi stream por Twitch a los jueves a las 20:00, por si te interesa. El podcast queda en YouTube y Spotify por si te intersa o podés seguirnos en Instagram.
Espero que te guste,
Podés ayudarme reenviando este mail, con feedback, compartiendo por Twitter o con un cafecito.
Hasta la próxima,
Fidel