Capítulo 25: Encuentro
La charla entre dos personajes que se relevan sus secretos y comienzan a trabajar en equipo
Podés acceder acá al Capítulo 1 o al Capítulo anterior
—¿En serio me estás diciendo?
Camila había dejado el plato a medio comer; costumbre que tenía cuando estaba deprimida o entusiasmada.
—Sí, en serio.
Vicente había terminado el plato, repetido y miraba los fideos que le quedaban a su hermana con cariño; costumbre que tenía cuando estaba deprimidao o entusiasmado.
—¿Y no se te ocurrió decirme antes?
—Y no, si no te hubiese dicho. ¿A vos tampoco?
—Y no, ibas a pensar que estaba loca, además me enteré después yo.
Camila apuntó a Vicente con su tenedor todavía con restos de salsa.
—¡No me digas así! Me imaginé lo mismo, vos ibas a pensar que yo estaba loco.
—No, bueno pero… —Camila se llevó el tenedor a la boca, como hacía con sus lapiceras —bueno, es verdad.
Hundió el tenedor de nuevo en el plato y revolvió los fideos sin levantar ninguno. Vicente pasó un pedazo de pan por el suyo hasta dejarlo reluciente.
—Pera, no. —retomó Camila —¿porqué no me contaste cuando te pregunté sobre los sueños lúcidos?
—Porque no me preguntaste sobre eso —respondió con la boca llena, la salsa rosa manchando parte de su remera.
—¡Comé bien! —Camila se rió —¿Pero no viste la relación entre los temas?
—Sí, obvio.
—¿Y no se te ocurrió indagar más?
—No.
—Ay, Vicente, a veces me sorprende que seas tan corto.
—¿Qué cosa? No me digas así.
—¡Que tengas tan poca curiosidad!
—No es poca curiosidad, es que no me preguntaste eso y que se yo si querías que te pregunte a vos.
—¿Y no podías preguntar?
—¿Y si te enojabas?
—¿Cómo me voy a enojar?
Vicente recuperó imágenes de su madre, los pelos del cuello se le erizaron.
—No sé, como se enojan las personas.
Desvió la mirada.
—Qué vos te preguntes cosas complicadas y hagas como que sabés todo no te hace menos corta —siguió.
—¿Corta yo?
—Corta de estatura —sonrió, los dientes manchados de rojo.
Camila frenó sin saber qué contestar. Solo su hermano podía seguir haciendo chistes sobre su baja estatura. Era verdad que su casi metro ochenta apenas se notaba con los diez centímetros que le sacaba Vicente, pero pocas personas se animaban a decirle corta.
De todas formas, no fue solo la interrupción sobre la altura la que hizo que se detenga, sino el ciervo rojo con cuernos retorcidos que de golpe podía ver en el espejo grande de la cocina.
—¿Y eso? —la voz de Camila perdió su templanza.
—Lo mismo digo —agregó Vicente, que ahora podía ver un búho reflejado en el vidrio de la ventana.
—Curiosidad.
—Ira.
Hablaron en simultáneo.
—Mi emoción.
—Y la mía.
—Tenemos mucho más de qué hablar.
—Sí.
***
—Me da desconfianza.
—¿Hay alguien que no te de desconfianza Vicen?
Su hermano se detuvo a pensar, miró a la nada en silencio.
—¿Vicen?
—Bueno, vos no me das desconfianza. En general.
—¿Cómo que en general?
Su hermano levantó los hombros y apuntó sus palmas hacia arriba.
—A ver, ¿Cuál es ese símbolo que usa?
Camila abrió su computadora, buscó entre los archivos descargados y le mostró la foto. Ojeó el cajón de su mesa de luz donde tenía dibujada la hoja que había usado por primera vez pero por algún motivo no lograba mostrarsela a su hermano.
—Mhm, parece algún tipo de runa de teletransportación. Si uno se concentra en ella podría…
—¿Una qué? —Camila lo interrumpió.
—¿Una runa de teletransportación?
—¿Y de dónde sabés eso vos?
—No, no lo sé.
—¿Cómo que no lo sabés? ¿Y ese nombre?
—Que se yo, lo acabo de inventar cuando leí la descripción de lo que hace.
Vicente puso uno de sus dedos callosos sobre la pantalla de la computadora marcando el recuadro de texto.
—Acá dice algo así —siguió Vicente.
—Ah.
Camila se detuvo, no segura del todo como continuar. Le había contado de sus sueños lúcidos y la aparición del mochuelo, pero sin saber bien porqué había evitado sus conversaciones con Leila. Pensó que su hermano tampoco le estaría contando todo lo que había pasado aunque todo indicaba que no había perdido el tiempo, ya había logrado pelearse con alguien dormido y todo.
—Bueno, ¿Vamos a ver a esta piba o no?
Querida, este mundo es nuestro, no hay por qué compartirlo. Las palabras de Leila vinieron a su mente.
—Me da algo de desconfianza —mintió mientras cerraba la pestaña del foro —¿No querías que ayudemos a tu amigo?
—Cami, ¿por qué hacés eso? —la voz de Curiosidad interrumpió sus pensamientos.
—Sh. —la calló Camila.
—¿Qué? —su hermano le preguntó.
—Nada nada, si no querías que busquemos a este Tristán.
—¡Sí! Pero bueno, como me habías mostrado esto.
—Pensé que la misma lógica podía aplicar para él.
—¿Decís de crear esto mismo acá?
Se miraron. Compartían la misma sonrisa desafiante.
—¿Podríamos?
—No tengo idea de cómo se hace.
—Bueno, habrá que averiguar.
Camila abrió el documento que había compilado durante semanas y una nueva pestaña con el buscador: era hora de ponerse seria.
Hola,
Espero que sigas bien. Este capítulo me dejó bastante contento, espero que sea una luz más alegre entre otros episodios oscuros.
Podés encontrarme en mi stream por Twitch todos los jueves; el podcast queda en YouTube y Spotify y podés seguirnos en Instagram.
Espero que te guste,
¿Como ayudarme? Así: reenviando este mail, con feedback, compartiendo por Twitter o con un cafecito.
Hasta la próxima,
Fidel
PD: Gracias a Carmen por la edición, estos textos mejoran con su mirada.