Capítulo 26: Pedidos
En un departamento desordenado, Tristán recibe un mensaje de texto con una nueva invitación.
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—¿Quién come en casa?
Tristán miró el mensaje sin abrirlo. La luz rebotó en sus retinas. El segundo texto tardó menos de un minuto.
—Avisen para saber cuánto compramos.
Giró en la cama con el celular en la mano. Volvió a taparse con las sábanas hasta la cabeza. Lo sintió vibrar una vez más en su mano. Asomó los ojos entre las almohadas.
—Tristán, ¿venís hoy?
Dejó salir un gruñido largo a la vez que volvía a retorcerse en la cama. Sentía cómo la tela lo envolvía recordandole a una boa constrictora, aunque nunca había visto una.
Se arrastró fuera de la cama deshecha rascándose los ojos llenos de lagañas. A los pocos pasos se llevó puesta la pila de ropa que acumulaba alrededor de la silla. Al recuperar un par de remeras apoyadas sobre el escritorio encontró su espejito de mano apoyado boca abajo. Lo ignoró y agregó la ropa al montón. Levantó las cosas y caminó hasta la cocina donde lo esperaba el lavarropas.
Al abrir la tapa lo encontró lleno con la ropa húmeda del último lavado. Volvió a gruñir con un quejido largo y monótono. Dejó la ropa al pie del aparato y regresó a su cuarto. Su ropero solo tenía dos remeras, una con agujeros y la otra con un estampado enorme que sobrevivía de su etapa metalera.
Se sentó en la cama y levantó su teléfono sin pensarlo
—¿Tenés un minuto para un temita? —su jefa.
Nop, no no, nop. Pensó. Como si quemase, soltó el celular de nuevo en la cama, dejando que se pierda entre la tela. El pedido sirvió de choque eléctrico que le dió suficiente energía para volver a levantarse.
Se olió las axilas y su cara se achicó en una mueca. Levantó la toalla que colgaba de la silla y en el proceso dejó caer al suelo un par de prendas más, ocultas debajo. Dejó salir un resoplido.
Arrastrando los pies, fue caminando hasta el baño y abrió la ducha al máximo. Al cruzar frente al espejo pasó de largo sin querer mirar pero sintió un destello azul en la esquina del ojo. En seguida el agua caliente empezó a formar vapor mientras se desvestía, nublando el reflejo. Su celular volvió a sonar. Lo buscó en su cama entre las sábanas deshechas.
—¿Y? ¿Venís chiqui? —su madre.
—Tu papá te espera —insistió.
Gruñó una tercera vez; un gruñido más extenso que los anteriores, acompañado por un movimiento hacia atrás con la cabeza.
—Ya les digo —respondió.
Regresó al baño y se metió en la ducha. El calor abrazó su cuerpo hasta el límite de quemarlo. Se pasó el peine fino por el pelo, eso siempre lo ayudaba a calmarse. Podía recordar estar acostado sobre el regazo de su madre con los ojos cerrados, ella cantándole alguna historia o preguntando sobre la escuela.
El agua de la ducha corrió por su cara ocultando sus lágrimas.
Sin saber por qué, al sentir el gusto salado en los labios, la imagen de Vicente apareció en su cabeza.
“Tristán, dale, arriba.” La voz resonó vívida en su cabeza. “Dale flaco, a levantarse”.
Apretó los dientes en algo parecido a una sonrisa. Alguna vez había visto en un video que eso ayudaba. Sin pensarlo, giró las dos canillas en direcciones opuestas, cerrando el agua caliente y liberando al máximo la fría. No estaba listo para lo que vino.
El chorro cayó como una cascada helada desde su cabeza, pasando por la nuca y recorriendo la espalda. Se retorció en movimientos espásticos acompañados de grititos leves y una especie de risa alterada.
Resistió unos treinta segundos, cerró el agua y, casi cayendo de una patinada, salió apurado a secarse.
Envuelto solo por la toalla, fue recuperando la ropa por el camino, incluso agachándose a sacar alguna media perdida debajo de la cama. Recorrió el departamento entero revisando cada rincón, aunque no fuese demasiado extenso.
Hizo un bollo con todo lo que encontró y cargó el lavarropas entero, casi hasta reventar. Le dió inicio al lavado.
Todavía caminando a paso ligero, fue hasta su habitación. Cazó el celular y respondió en el grupo familiar.
—Yendo.
Hola,
Espero que sigas bien. No tengo mucho comentario hoy con el capítulo, solo decir que es el último que escribí y que va a ser difícil arañarle horas a los días para escribir el próximo.
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Espero que te guste,
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Hasta la próxima,
Fidel
PD: Gracias a Carmen por la edición, estos textos mejoran con su mirada.