Capítulo 3: Ira
Capítulo 3 completo para leer. Nuevo personaje y continuación de las semanas anteriores.
Si todavía no los leíste podés acceder acá al Capítulo 1: Tristeza y al Capítulo 2: Recuerdos.
Capítulo 3: Ira
¿Qué mirás, se te perdió algo? dijo Vicente. En realidad, no, no lo dijo, pero casi se podían ver sus pensamientos a través de sus ojos de hierro. Estaba echado en el asiento del colectivo ocupando todo el espacio posible. Sus piernas cruzadas por encima del caño y sobresaliendo hacia afuera. Su bolso descansaba en el suelo. Tenía la correa envuelta alrededor de un pie aunque con su peso ni siquiera se movía a pesar de las frenadas bruscas del colectivero.
Normalmente le hubiese al menos dicho algo al tipo. Lo miraba desde el asiento de enfrente, sentado todo prolijo, todo correcto. El peinadito armado casi casual y la camisa abotonada. Sí, normalmente lo hubiese hecho, pero esta vez respiró hondo y se contuvo. Miró para afuera para quitarse los ojos de encima. A pesar de su intento, otros ojos lo esperaban en el reflejo.
Se acomodó el auricular y bajó el volumen sin sacar el celular del bolsillo. No toleraba la música y su voz en simultáneo, retumbando en su cabeza.
—Dale, alguna cosita decile, algo nomás.
—No, ya escuchaste lo que dijeron, es mejor si no ando por ahí buscando roña—se llevó una mano al costado y se agarró por encima de la remera.
De perfil, el venado se veía apenas en el reflejo del vidrio, aunque estaba casi seguro que se dejaba mirar solo por sus ojos. Al menos hasta ahora nadie había saltado de miedo al verla. Se llevó la mano a la boca, como para taparse los labios. Todavía no le gustaba esta conexión mental, sentía que en cualquier momento se le escaparían las palabras. Era tan difícil como darse cuenta cuando el enojo empezaba a crecerle dentro, la misma sensación de presión contra los labios y tensión en los músculos.
—Algún gesto, por favor. ¿Una mirada intensa al menos?
Vicente soltó un resoplido y revoleó los ojos. Hizo que no con la cabeza, pero empezó a arrancarse un pellejo del dedo gordo con los dientes.
—Ira, escuchaste lo mismo que yo, no podemos seguir así.
—Enojo en realidad, no te des aires, pero me gusta, es un buen norte—respondió la criatura.
—Pero sabés que tenés ganas—agregó, simulando inocencia.
Vicente pasó a morderse el labio y empezó a sonarse los dedos uno por uno. No podía evitar el gesto cuando se ponía intranquilo, e Ira tenía siempre la capacidad de tensarlo. Era como si siempre supiese qué botones tocar.
Miró al hombre de enfrente que escapó con la mirada hacia su celular. Cagón, pensó. Volvió los ojos hacia afuera otra vez, Ira sonreía con sus dientes chuecos y afilados, muy poco propios de su cara de venado. Sabía que tenía una imaginación oscura, pero no entendía por qué su acompañante era tan tenebrosa.
Bajo la cornamenta toda retorcida, Ira le clavó un ojo amarillento y rasgado, como de serpiente. Sintió el enojo hervir adentro suyo, era fuego en el pecho.
—Sos jodida, ¿eh? ¿Qué querés? ¿Qué le grite al otro lado del bondi? Tampoco estoy demente.
Vicente se acomodó la musculosa y se despegó del asiento. El calor veraniego no hacía mucho para calmar su enojo, todo lo contrario. Era como si la temperatura lo obligase a actuar. Se removió en el asiento y, al ajustarse la ropa, vió el símbolo del Dojo en la remera. Llevó su mano al pecho y tocó apenas el logo, áspero al tacto.
—Imaginate al sensei si nos metieramos en una pelea, pensalo, nos mata. Además, ¿querés convertirte en vergüenza? No sé si me bancaría que me mire decepcionado.
—No, qué asco—Vicente sintió el desprecio en la voz de Ira, incluso más de lo habitual—pero podríamos alimentarnos de su enojo.
—Alimentarte—Vicente hizo énfasis en la última sílaba.—Vos querés crecer nomás, yo no veo porque puedo llegar a querer cada vez más pesada, literalmente.
Ira sonrío, moviéndose por el reflejo.
—Imaginate los golpes que podrías dar. Estarías ganando cada competencia.
—¿Y cuál sería el mérito si hago trampa?
Vicente se miró las manos. Tenía cicatrices en los brazos y la mitad de los nudillos pelados, parte de ellos todavía con cascaritas de sangre seca. ¿Cuántas veces había usado su poder sin querer? Todavía no se acostumbraba del todo a que esa voz no fuese su voz. Siempre la había imaginado como parte de su monólogo interno, al menos hasta esa noche.
—Soy parte de vos—lo interrumpió Ira.
—Sos el símbolo de que estoy perdiendo la cabeza—se tocó la sien con el dedo un par de veces—demasiados golpes, desde el desmayo que estás acá, todavía no estoy seguro porqué te imagino.
—No me imaginás, de eso estoy segura.
—¿De dónde venís, entonces?
—Eso no lo sé, ya te dije, nunca se más que vos, a menos que te hayas olvidado de algo.
—¿Y no podías quedarte en mis sueños nomás?
—¿Quedarme encerrada? Qué cruel, me sorprende, incluso de vos Vicen, sabía que disfrutabas el dolor pero no así—el tono burlón era exagerado, teatral—¿Perderme el festín de emoción? Ni loca.
Vicente suspiró. No podía mentir y decir que el enojo no lo hubiese llamado antes. Es más, no se acordaba de momentos en que no estuviese al menos irritado, sobre todo cuando había otra gente. Pero, ¿esto? Esto se estaba yendo de las manos. ¿Alimentarse de su enojo? ¿Del ajeno? ¿Usar la emoción para fortalecerse? Parecía sacado de alguno de los libros de su hermana.
—Es demasiado tranquila para tener una emoción, demasiado aburrida.
—No tenés idea, ¡y dejá de meterte en mi cabeza te dije!
Vicente levantó los ojos, era lo que temía, varios en el colectivo lo estaban mirando. ¿Lo había dicho en vos alta? Sí, tenía los labios entreabiertos y temblaban apenas. ¿Cuánto habría llamado la atención? Debo parecer psiquiátrico, pensó. Miró adelante y vió que el hombre seguía sentado ahí, lo miraba fijo, con las cejas levantadas y negaba con la cabeza. Reventó.
—¿Qué mirás tontito? ¿Se te perdió algo? ¿Tengo algo en la cara?
El pasajero se puso rojo por completo, abrió la boca apenas pero la volvió a cerrar enseguida. Bajó los ojos al celular y se hizo el desentendido. Así está mejor, salame, pensó.
—Delicioso. Así me gusta—escuchó la voz de Ira retumbar en su cabeza.
Había perdido otra vez.
Hola,
Espero que esta semana no haya sido demasiada espera, tenía muchas ganas de compartirte este capítulo. Me encanta cuando aparecen nuevos personajes. Estoy intentando escribir lo que me gusta leer y parece que da resultado. Estoy con muchísimas ganas de continuar y ver para dónde sigue esto. Espero que te pase lo mismo.
Por otro lado, esta semana estuve corto de lecturas. Creo que estoy insistiendo con un libro que no resulta y ya es hora que lo deje, pero por algún motivo siento que promete. Hay que ver, si no lo termino para el miércoles lo abandono. ¿Tendrás alguna recomendación por ahí? Sino estoy tentando en embarcarme en The Wheel of Time, una saga con quichicientos libros que seguramente me tome el año entero.
Ayer tuve mi primer acercamiento a la carpintería y me encantó. Soy una persona que trabaja ocho horas por día en frente de una pantalla y el resto del tiempo se la pasa leyendo libros, viendo películas y escuchando podcasts así que hacer algo con mis manos fue hermoso. Además fue quality time con mi padre, que eso siempre es algo increíble. Espero seguir con eso y ya mandaré fotos de los artefactos que logro construir.
Ojalá hayas entrado bien al segundo mes del año, ya es de rigor empezar a hacer comentarios sobre lo rápido que pasa el tiempo, es temporada.
Te escribo la semana que viene,
Saludos,
Fidel