Capítulo 10: Vergüenza
Hoy seguimos a Vicente, como ignora a Ira en su práctica de aikido, y tienta el desastre.
Si todavía no leíste los capítulos anteriores podés acceder acá: Capítulo 1: Tristeza, Capítulo 2: Recuerdos, Capítulo 3: Ira, Capítulo 4: Experimentos, Capítulo 5: Confianza, Capítulo 6: Insomnio, Capítulo 7: Antigua, Capítulo 8: Ensayos, Capítulo 9: Miedos.
Capítulo 10: Vergüenza
En medio de la avenida, de sus ruidos, luces y griteríos, Vicente frenó frente a una escalerita empinada. La puerta estaba abierta por completo y, a sus lados, dos bandas de ideogramas decoraban la entrada.
Subió con el bolso al hombro por escalones altos estirando las piernas para ir de dos en dos. Arriba saludó con la cabeza al portero sentado atrás del mostrador y siguió por otra escalera metálica aún más estrecha hasta el segundo piso. Sus pasos hacían ruido con cada zancada. Ya en el último tramo se escuchaban los sonidos secos de los cuerpos contra el tatami, el olor a transpiración y las indicaciones pausadas del sensei.
Cruzó un pasillo y, justo antes de llegar, escuchó una voz que sonaba por encima de las demás, iba acompañada de una risa fuerte y un tono firme. Acomodó los hombros y enderezó la espalda, ganó algunos centímetros con el cuello recto y la mirada al frente. Recorrió los pasos que le quedaban y la sala del dojo se abrió frente a él.
La vió sobre el tatami rodeada de un par de compañeros: descalza, con el aikidogi, el cinturón marcando su cintura y el pelo atado en una espiga. Le sacó los ojos de encima lo más rápido que pudo y siguió camino.
Agachó la cabeza en dirección al rincón donde estaban las fotos e hizo un saludo. Algunos frenaron en la mitad de sus técnicas para mirarlo, pero nadie le dirigió más que un asentimiento de cabeza; solo Matías le sonrío. Con esfuerzo, espejó el gesto y se metió en el cambiador.
Encendió la luz, sacó su traje del bolso y se sentó en un banquito de madera. Encontró a Ira en el espejo del vestidor.
—Buenas, buenas, buenas. ¿Hoy toca pelea?
Vicente se agachó y empezó a desatarse los cordones con una complacencia que nunca había mostrado.
—¿Los viste? Ninguno te saludó. Horrible.
Terminó de desatarse los cordones y metió las zapatillas dentro del bolso.
—¿Y esa sonrisa? ¿Qué te pensás que fue? ¿De qué se estaría riendo?
Se mordió la parte interna del cachete y se hizo sonar los dedos de las manos. Fijó los ojos en el piso, pero la imagen en el espejo pudo más y la miró. La cara de Ira creció en el reflejo, entreabrió los labios y sus dientes marchitos se dejaron ver.
—¿Se darán cuenta de las cosas que pensás?
La escapó con la mirada, se sacó la ropa y la dejó doblada y apilada en el banco. Se puso el traje, cómodo por el peso de la tela y empezó a anudarse el cinturón.
—¿Qué hacés? ¿Te creés gracioso?
Guardó las cosas en su bolso con cuidado. Pensó en que quizás se animaría a hablar con ella hoy.
—No me causa. ¿Vas a hablar con ella y no conmigo? ¿Qué pensás?
Se vendó las manos casi hasta la altura del codo para tapar las lastimaduras de sus nudillos y los rastros de moretones. Incluso se acercó al espejo y se acomodó apenas, como pudo, el pelo casi rapado. Se detuvo y agitó la cabeza de lado a lado, golpeó sus cachetes con las palmas abiertas, clavó la mirada en sus pupilas y practicó una sonrisa.
—Dejá de ignorarme, Vicente. ¡Sé que me oís!
La voz de Ira retumbaba en su cabeza. Guardó todo en su bolso y lo echó por encima de los lockers haciendo sonar el metal en la habitación vacía. Salió haciendo un gesto apenas con la mano, igual que había visto hacer a su hermana.
—Sos jodido, eh. Sé que estás nervioso, me doy cuenta. Te va a salir mal, nada sale bien cuando me ignorás.
Movió los dedos de los pies apretandolos y caminando sobre las puntas. Tensó el abdomen metiendo panza, bajó los hombros y volvió a estirar el cuello.
—Ay, el señorito. Es patético esto.
Camino hasta el tatami, volvió a inclinarse frente a la foto y se acercó al sensei para darle la mano. El hombre llevaba el pelo canoso, rapado a los costados y sonreía con los ojos marcando sus arrugas. Por fuera de eso, nada en su cuerpo delataba su edad: de hombros anchos y fibroso, el sensei lucía una o dos décadas más joven de lo que era. Pensó en su padre, en lo triste de su cuerpo con incluso diez años menos. Pensó en cómo podía quererse tan poco para descuidar así su figura.
—¿Qué pasaría si supiese que sos un fracaso? Un fraude, que le gritaste a un desconocido en un colectivo sin provocación. ¿A él también lo vas a decepcionar?
Resistió el impulso de taparse los oídos con las manos. Recorrió otra vez el dojo con la mirada, pero sus ojos ya sabían dónde encontrarla. Con el pelo atado y el traje gastado por el uso, acababa de tirar por los aires a quien practicaba con ella.
—Nunca en tu vida. Se va a dar cuenta, va saber que estás lleno de mierda, de odio.
Esperó a que terminara el ejercicio. Mientras, practicó con Matías que se le acercó enseguida con la misma sonrisa de siempre y acomodándose el cinturón blanco. Era sorprendente cómo mantenía el entusiasmo a pesar de que lo lanzaba una y otra vez como una bolsa de papas. Cada vez que se levantaba le clavaba los ojos en los suyos, haciéndole sentir incómodo y negándole dejar ir su mirada hacia ella.
—¿Hacías otro arte marcial antes? —preguntó Matías.
Le puso un pie detrás del suyo, empujó su pecho con la palma abierta y enseguida cayó al suelo de espaldas.
—No.
Lo levantó agarrándolo del codo.
—Me imaginé que sí, con la fuerza que tenés, aunque no tengas cinturón negro.
Vicente levantó los hombros, se dejó agarrar del traje y ayudó a su compañero a tirarlo correctamente. Desde el suelo dejó ir su mirada hacia ella, que ahora le torcía el brazo a su acompañante.
—Sos tan evidente, ya todos se van a dar cuenta. Sos tan obvio. —Ira no daba cuartel.
Se dejó levantar por Matías que le dió la mano y acercó su cabeza apenas para agradecerle. Demasiado cerca, pensó. El sensei indicó el final del ejercicio. Agacharon la cabeza y se agradecieron.
—Un gusto practicar con vos. —Matías lo siguió y se puso al lado suyo de rodillas frente al profesor.
Mientras recibían las indicaciones para la próxima práctica, quiso asomarse y mirar hacia su lado, pero no se lo permitió. Se clavó fuerte las uñas en las rodillas y movió los pies frotándolos debajo suyo.
—...cambien de parejas para el ejercicio…
Fue todo lo que necesitaba escuchar. Al levantarse lo miró a Matías que le hizo una cara que no entendió del todo. Levantó los brazos con las palmas hacia arriba y se acercó a ella que hablaba con dos amigas. Sus ojos conectaron con los de ella y, a pesar de su dificultad, se mantuvieron por un segundo antes de bajar la mirada. Se fijó en sus pies descalzos y estaba por invitarla cuando escuchó su voz anticiparse.
—¿Y esas vendas? ¿Estás en modo ninja? —Esa voz fue un puñal.
Levantó los ojos y los trabó con los de ella. Los indicios de unas lágrimas le nublaron la vista, pero se mordió la lengua con fuerza para recomponerse. Por un segundo vió algo en sus ojos, en los que había esperado toda la semana, pero su sonrisa, su sonrisa le decía burla.
—Sos un imbécil —pensó, gritó dentro suyo mientras se iba al baño.
Cerró la puerta detrás suyo, movió los brazos de un lado para el otro, se arrancó los pellejos de los dedos.
—Tenías razón.
—Al fin me reconocés las cosas. —sentenció Ira.
Hola,
Casi sin darme cuenta ya llegamos al capítulo 10. Quizás de afuera no parezca mucho, pero yo estoy sorprendido de poder mantener el hilo tanto tiempo. Si hay algo que signa mis proyectos es su decadencia prematura, creo que mi propio entusiasmo de saber a dónde va la historia mantiene este proyecto con vida.
Por otro lado, esta semana vamos a publicar varios capítulos de un podcast con un amigo dónde hablamos de biología, cultura y sociedad. Salimos todas las semanas por Twitch en Momma TV (lunes a las 20:00h). Si querés escucharnos ya podés suscribirte al canal que te avisa cuando estamos en vivo.
Esta semana disfruté mucho la peli Millenium Actress de Satoshi Kon, la serie anime The Tatami Galaxy y empecé el libro Chaos: Making a New Science. Si les interesa estoy también en Goodreads y Letterboxd cargando todo lo que veo y leo.
Por último, esta semana retomo la cursada. Sí, ya sé, no podía pasar más de un verano sin volver a estudiar. Cuestión que me anoté en el profesorado de Exactas así que voy a complementar mi trabajo de profe con algo de teoría acorde. Vuelvo a cursar el jueves después de no pisar un aula desde el 2019, qué entusiasmo.
Eso es todo por hoy, espero que tengas una linda semana,
Hasta el domingo que viene,
Saludos,
Fidel
PD: Si querés darme una mano podés mandarme un cafecito, reenviar este mail a quien le interese o responderme con algo de feedback. Todo ayuda.