Capítulo 12: Dudas
Camila queda con más dudas que respuestas después de su encuentro con Leila. Una charla con Vicente puede serle de ayuda.
Si todavía no leíste los capítulos anteriores podés acceder acá: Capítulo 1, Capítulo 2, Capítulo 3, Capítulo 4, Capítulo 5, Capítulo 6, Capítulo 7, Capítulo 8, Capítulo 9, Capítulo 10, Capítulo 11.
Capítulo 12: Dudas
Al mirarse al espejo, Camila vió como las ojeras seguían creciendo bajo sus ojos. Hacía días que no dormía bien. Sin un guía ni mucha idea de qué hacer con su emoción recién descubierta pasaba horas tirada sin descansar.
Quería preguntarle a su hermano sobre los sueños lúcidos pero estaba más cerrado que de costumbre. Ese día lo había encontrado sentado en la mesa de la cocina antes de irse a aikido. Tenía los puños metidos dentro de un bowl con agua caliente, limón y sal. Intentó sacarle conversación pero apenas consiguió un gruñido. Ni siquiera logró desviarle la mirada del mantel de hule floreado.
Cuando se sentía mal, Vicente no lograba emitir palabra, pero ella podía leer su lenguaje corporal. Antes de irse vencida, su hermano sacó las manos de nudillos pelados del agua y le dió un abrazo a distancia. Enseguida salió con su bolso repleto y la saludó antes de cerrar la puerta con una suavidad impropia. Sola en la casa, se lanzó a la cama agotada.
Sacó el teléfono e intentó volver a su investigación pero sintió una pesadez insoportable en todo el cuerpo, como si sus brazos fueran incapaces de levantar siquiera su celular. Durante toda la semana se la había pasado cabeceando en sus clases y hasta empezaba a ver con más cariño la idea de dormir siesta, cosa antes impensable para ella que no podía bajar la productividad ni un segundo del día.
Ya sentía distante su primer y último sueño lúcido. Después del episodio con Leila y encontrarse con Curiosidad, o al menos los albores de ella, se había despertado sola en su cuarto. No había tardado ni un segundo en buscar el contacto de Lei pero una vez que lo encontró se quedó quieta en silencio, mirando fijo la línea de asunto. La luz azul del celular cubrió su cara un rato largo hasta que lo bloqueó, rendida.
¿Era buena idea?
Su nueva voz interna le pedía que sí, que redacte y envíe el mensaje. Su emoción todavía no formaba palabras pero sentía como la empujaba desde adentro como un motor. Por otro lado, dudaba de si realmente debería. Enviar un mensaje a una desconocida del otro lado del mundo preguntando sobre esoterismo y viajes astrales le parecía un delirio muy fuera de sus hábitos.
Saberse anónima, al menos por el momento, le daba cierta tranquilidad. Nunca había sido capaz de charlar usando el celular, o de charlar en general. Iniciar una relación por carta sonaba ideal para sus largas exposiciones sobre su último tema de interés. Quizás ese nivel de intensidad espaciada era el adecuado.
Dentro de su cabeza volvía a los ojos verdes, al destello leve y a cómo había logrado hacer cambiar su propia emoción al instante. ¿Era algún tipo de truco de los que amaba desenmascarar o solo una coincidencia? Quería saber pero temía acercarse a la respuesta.
De todas maneras, desde esa noche que no podía dormir sin dar vueltas durante horas entre las sábanas. Lograba conciliar el sueño después de largos monólogos internos, alucinaciones superficiales, ejercicios y relajaciones. Camila sabía que un sueño lúcido no era fácil de conseguir y la ansiedad jugaba en su contra.
Si la espera le había parecido larga la primera vez, esto era aún peor. Giraba su cuerpo de un lado al otro, incómoda en toda posición. Abría los ojos en mitad de la noche esperando encontrarse con Leila pero chocaba sus preguntas contra el techo monótono de su cuarto.
Saber qué queremos, saber qué nos espera y no poder lograrlo es una forma elegante de sufrimiento.
Tirada sobre el parquet, miraba su cama como un instrumento de tortura. Volvió a encender el teléfono para quedarse otra vez petrificada frente a la línea de asunto del mail.
¿Y si la venía a buscar? ¿Y si la esperaba? ¿Hasta qué punto llegarían sus poderes? ¿Por qué no la había visitado? ¿Ella tenía que hacer todo el esfuerzo?
Entre preguntas, se quedó dormida en el piso. No se levantaría hasta que el ruido la despertara.
Vicente cerró de un portazo, cruzó el pasillo a pasos largos y dió un segundo portazo en su habitación. Lanzó su bolso a los pies de su cama y se zambulló en ella con la cara por delante.
Agarró la almohada con las dos manos, hundió la cabeza en el centro y ahogó un grito mientras las lágrimas rebeldes corrían libres para empapar la tela. Achicó sus casi dos metros a un bollito mínimo. Abrazado todavía al almohadón, tomó aire a bocanadas solo para dejarlo salir de golpe contra la tela.
Las lágrimas seguían surcando su cara, ahora acompañadas por mocos que intentaba inhalar entre sollozos. Algunas palabras se le escapaban entre los gritos.
—¿Por qué?
—Sos un pelotudo.
—No entiendo.
—Sos un idiota.
Podía sentir la preocupación de Ira en su cabeza, pero parecía que su voz no lograba filtrarse hasta su pensamiento, como si la emoción fuese demasiado débil. El llanto se levantaba como una triste barrera de agua frente al fuego agolpado que quería salir.
Su llanto continuaba aún cuando escuchó la puerta sonar. Unos golpes secos cinco, melódicos. Tenía que ser Camila.
—¿Vicen? ¿Todo bien?
La voz atravesó la madera y se estrelló contra sus oídos. Sintió el cariño en los tímpanos. Sorbió los mocos una última vez, frotó su cara entre las manos y se levantó de la cama contra todo pronóstico. Intentó impostar la voz que salió temblorosa.
—Todo bien Cami, gracias.
Contestó sin abrir la puerta pero se sentó en el rincón más oscuro de la habitación, sabía que su hermana querría entrar. Esperaba que la oscuridad camuflase el llanto reciente.
—¿Puedo pasar?
No podía decirle que no, era su mayor debilidad.
—Dale. Sabés que sí.
Camila entró de a poco. Abrió la puerta y asomó la cabeza primero, una especie de reconocimiento de terreno. No encendió la luz, nunca lo hacía. Solo se sentó en la cama y agarró la almohada; miró sus manos al sentir la humedad en la tela.
—¿Qué pasó?
—Nada.
—¿Nada?
—Nada dije.
—Bueno.
Camila paseaba sus ojos por la habitación. Vicente sentía siempre que su hermanita quería absorber el planeta entero, esta vez creyó notar un cierto brillo amarillento alrededor de sus pupilas.
—Estoy triste. —dijo ella. No lo esperaba.
—¿Vos también?
—Ah, ¿estás triste? ¿Es eso?
Había caído como el mejor.
—No dije nada yo.
—Bueno —intuyó una sonrisa en la cara de su hermana.
Camila agarró uno de los dados que Vicente tenía ordenados sobre la mesada y empezó a tararear una melodía. No parecía tener intención de irse.
—Me decías que estás triste —retomó su hermano.
—Sí. Triste, con dudas, frustrada.
—Entiendo —Camila sabía que sí.
—No sé si hacer algo, si hablarle a alguien.
—No estamos hechos para hablar.
Camila se mordió la parte interna del cachete. Notó el dolor reciente en la voz de Vicente. Así que iba por ahí.
—Pero no quita que quiera hacerlo, creo que me toca arriesgarme, jugarme un poco.
—¿Para qué jugársela? Después te la pegás. Tenemos todo en contra.
El uso del plural en su hermano siempre le era revelador.
—No todo. ¿Y si esta vez sale bien? ¿Y si era la próxima la que funcionaba? ¿No te da intriga, al menos un poco de curiosidad?
Cruzó la distancia que los separaba y le puso una mano encima del hombro. Sintió como algo de su emoción parecía amontonarse en sus dedos y hacerle cosquillas. Detrás de Vicente, reflejado en el espejo del placard, vió sus propios ojos brillar en amarillo. Escuchó un crujido y un piar.
Hola,
Hoy fue de esos días dónde terminé tarde. Unir los relatos de varios personajes puede ser demandante para mí, pero finalmente quedé contento con el resultado. Espero que te transmita lo que intenté, ya veremos.
Si venís leyendo los demás textos ya sabés lo que me cuesta hacerme autobombo y publicitarme en redes sociales, así que si tenés alguna recomendación soy todo oídos. Me encantaría poder hacer llegar lo que escribo a más personas.
Completamente unrelated, empecé a ver los Soprano para poder construir un personaje “villano” sin que deje de ser un humano. No sé si maratonear una serie sea ideal para avanzar con mi escritura, pero voy a considerarlo material de referencia.
Por otro lado, ya están disponibles en YouTube y Spotify todos los capítulos del podcast que hago con Sebas sobre biología, ciencias y filosofía. También estamos en Instagram.
Eso es todo por hoy, espero que aproveches el fin de semana largo,
Hasta el domingo que viene,
Saludos,
Fidel
PD: Si querés darme una mano podés mandarme un cafecito, reenviar este mail a quien le interese o responderme con algo de feedback. Todo ayuda.