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Capítulo 13: Cruces
— Ya frená un rato Vicente. Tantos golpes me aburren hasta a mí.
Terminó unos últimos movimientos en el aire antes de frenar. Hizo desaparecer los guantes de boxeo de sus manos. No se sentía cansado, no tenía que tomar aire ni frenar para hidratarse. El silencio era absoluto. Solo era acompañado por Ira y sus pensamientos. El mundo de los sueños no estaba del todo mal, aunque la figura retorcida de Ira fuese inquietante incluso para él.
En este plano el venado era grande como un caballo, su piel parecía arrancada a pedazos y comida por la sarna, exponiendo un interior escamoso y corrompido en venenoso decaimiento. Los ojos de Ira tomaban un color naranja intenso dentro de sus cuencas oscurecidas y miraban alrededor sin pestañear.
Vicente se transportó a la otra punta del gimnasio y miró hacia la calle, era una noche despejada, pero no había nadie afuera.
Todavía pensaba en su charla con Camila. No podía decir que sentía el tema resuelto, pero había podido dormir con más facilidad de la habitual. Quizás te estaba haciendo un chiste nomás, le había dicho. Quizás tengas que hablar con el sensei, salir así del tatami no suena bien, había agregado. Otra vez había pifiado, pero Camila lo había incentivado a corregirse, a probar de nuevo.
—¿Podemos ir a algún lado Vicen? A este paso voy a convertirme en Aburrimiento. —Ira usó una voz aniñada y lastimosa, como si apenas estuviera entrando en la adolescencia.
Vicente tembló y el tono lo recorrió con un escalofrío. Era de las facetas que más lo perturbaba. Sabía que su actitud podía cambiar como el día y la noche. Ira enojada era una fuerza que temer, una hipérbole encarnada. ¿Aniñada? La infantilidad solo le traía crueldad.
—¿Vamos a la cancha? Aunque no haya partido hoy. —propuso Vicente.
—Sí, me gusta. Tiene cierto residuo de emoción pasada.
Ira se movía de un lado al otro, giraba en círculos y sus cascos de pezuñas rotas parecían apoyados con firmeza en el aire.
—¿Ganaron o perdieron la última vez?
—Ganaron —respondió Vicente— ¿no deberías saberlo?
—¡Qué pena! Se hubiese notado más el enojo, siempre espero que vuelvan a incendiarlo, como aquella vez.
Ira hizo un chasquido con la lengua y mostró sus dientes afilados. Vicente no lograba acostumbrarse a lo incorrecto de su anatomía desordenada.
—¿Vos ya estabas entonces?
—Ohh, Vicen, yo estoy desde hace más de lo que creés.
Suspiró y se quedó en silencio. Ante la sonrisa fija de Ira miró hacia otro lado y cambió de tema.
—¿Listo?
—Siempre que vos lo estés.
—Voy a saltar.
Vicente cerró los ojos y se imaginó por encima de las gradas, pasando los reflectores. Al abrirlos vió la inmensidad del estadio en su silencioso existir nocturno, un pozo negro. Alrededor de los asientos todavía se veían algunos residuos de alegría en pequeños destellos. Bichitos de luz, pensó. Sin embargo, otra cosa le llamó la atención. A lo lejos, mirándolo desde un edificio cercano, flotaba una silueta plateada junto a otra azul.
—¿Y este? —preguntó Ira— Va a ser mejor que practicar en el aire.
—No sabemos qué quiere.
—Con más razón. Cuidado.
…
—¿Y esa luz? ¿Cómo que no somos los únicos?
—Por el color parece un Enojo. No tienen muy buena fama de este lado.
—¿Un enojo? ¿A qué te referís?
—Vos sos una Tristeza.
Tristán abrió grandes los ojos.
—¡¿Cómo?!
—No, no. No digo en ese sentido. Somos una Tristeza. —la voz del gato escondía una risa.— Me refiero a que te identificás por tu emoción predominante. Es decir yo, Tristeza.
—¿Pero por qué una Tristeza? Mi tristeza no es una más.
El gato dió un par de vueltas en el aire antes de responder. Que Tristeza pensara sin que él estuviese al tanto lo ponía nervioso, sobre todo cuando él no lograba ocultarle nada.
—No te preocupes por eso ni por lo otro. —dijo al fin Tristeza.— Me refiero a que hay otros como vos, otros cuya emoción predominante es tristeza. Es más, me alarman las demás emociones. Nunca lo dejan a uno en paz, son tan demandantes.
—¿Me acerco? Me da miedo.
La figura plateada estaba quieta en el aire, al lado suyo una criatura roja se movía de un lado al otro, caminando atrás suyo.
—Ya te vió. Si tuviera malas intenciones podría haber saltado hasta acá. —le aclaró Tristeza— Probemos.
Tristán se enfocó en los reflectores que coronaban la cancha aunque tomó la precaución de imaginarse a unos cuantos metros de quien esperaba fuese solo un interlocutor. Pestañeó, y al abrir los ojos tuvo que ahogar un grito. Un monstruo de brillo rojo lo miraba fijo a pocos metros. Con una cornamenta retorcida, ojos anaranjados de serpiente y dientes que sobresalían de su boca, la criatura parecía sacada de sus pesadillas.
El venado se dirigió hacia él con pasos elegantes. A su derecha veía una silueta plateada. Un chico joven, no pasaría los treinta años, de pelo rapado y ropa deportiva. Apretaba los puños a los costados al mismo tiempo que intentaba hacerse más alto hinchando el pecho. No lo miraba a los ojos.
—Bueno, bueno. Frená ahí. —Tristeza se trepó a su hombro.
La criatura avanzaba en línea recta, veía cómo su cuerpo llagado se hacía y deshacía en remolinos de carne roja, las pezuñas quebradas ya casi estaban sobre ellos.
—Quieto. —Tristán levantó las manos.
—Ira, dejá de joder al pobre chico. —escuchó la voz de la otra figura, aunque no hizo nada por interponerse.
Las palabras no parecían hacer efecto en el ser que avanzaba con un silencio aterrador, con una lentitud inquietante.
—¡Basta! —Las manos de Tristán emanaron un brillo azul que recorrió el aire y envolvió al venado.
La criatura ya no se podía mover. Intentó forcejear, pero la emoción de Tristán la había detenido.
—¡Vicen! Parece que encontramos a alguien digno.
El chico se trasladó y apareció al lado de Tristán.
—Disculpá, Ira puede ser un poco problemática a veces. Soy Vicente. ¿y vos?
Hola,
¿Cómo estás? Espero que muy bien.
Esta semana fue corta, así que no tengo muchísimo para contarte. Estuve con el trabajo y después me fui al campo por los feriados de Pascua. Empecé y terminé un libro de cuentos que me encantó, El sol mueve la sombra de las cosas quietas de Alejandra Kamiya. Además sigo con Chaos: The Making of a New Science y arranqué The Well of Ascension. Tuve que volver a la ficción porque sentí que me estaba quedando sin nafta para poder escribir satisfactoriamente. No puedo producir sin alimentarme.
En el campo estuve haciendo algo de trabajo manual, cosa que siempre logra centrarme y hacerme pensar en cosas nuevas. Tengo mil proyectos con los que quiero avanzar pero antes que nada me interesa continuar con esta serie que me parece tiene futuro, aunque me gustaría tener algo más de alcance.
Si les interesa, voy a estar mañana lunes a las 20:00 por Twitch hablando de biología, ciencias y filosofía, como todas las semanas. Además, están disponibles los capítulos del podcast en YouTube y Spotify o pueden ver nuestros memes en Instagram.
Para darme una mano podés mandarme un cafecito, reenviar este mail a quien le interese o responderme con algo de feedback. Todo ayuda.
Esto es todo por hoy, acá se viene la tormenta,
Abrazo,
Fidel